La culpa la tuvo Malandraca - Relato trek - Parte 1
La culpa de todo la tuvo Malandraca.
O mejor dicho ese enorme par de ... ojos negros que tiene.
Malandraca Tanguango Wallestris es mitad terrestre, mitad betazoide. Sus dotes físicas y mentales hacen que califique perfectamente para trabajadora sexual o consejera de a bordo de una nave estelar.
Pero no, ella prefirió dedicarse a la biotecnología vegetal. Su paper “La música y el desarrollo de las especies vegetales” es un clásico. En este estudio, demostró que las coníferas prefieren las canciones infantiles durante los primeros años de su desarrollo y luego Bela Bartok, que las palmeras iridiscentes de Raisa son proclives al reggae, que las rosas bonnytenses florecen con mayor ímpetu bajo el influjo del new-chamamé-metal, los cactus egocéntricos apelmazados se dan mejor con la ópera klingon y que por unanimidad, la flora de 15 planetas abomina de “Chiquititas”.
La conocí poco antes de la guerra con el Dominio. Yo aún lucía el uniforme de la Flota en mi calidad de oficial científico. Compartimos un paseo por los jardines hidropónicos de Cela Lastra II, algunas cenas y mucho sexo. ¡Ah, que recuerdos...!
Luego vino mi “pase a disponibilidad”, por el cargo injustificado de “experimentación con sustancias alucinógenas prohibidas”, incompatible con mis tareas oficiales.
Fue ella quién me impulsó a experimentar con un híbrido de belladona y peyote marciano.
Abandoné mi labor en la Flota, abandoné Cela Lastra II, y volvía a la vieja y querida Tierra, pensando insertarme en alguna herborística. Al menos esa era mi intención. La guerra me encontró en una desvencijada estación espacial, esperando un carguero que jamás llegó. La necesidad de brazos que empuñaran las armas en esta hora decisiva, me facilitó un perdón provisorio.
La culpa la tuvo Malandraca - Relato trek - Parte 2
Recibí la orden de dirigirme al sistema Kabul 107.
Para ello abordé una nave particular, cuyo piloto y propietario era un (ya verán por que) cobarde representante de ventas de sereneiders, un trepisondo de nombre Lou Bixby Ferrigno, que presumía de un rancio abolengo terrestre.
Pude comunicarme antes de partir con Malandraca y quedamos en encontrarnos en Nueva Edén, de paso a Kabul 107.
El viaje transcurrió sin novedad y descendimos en Nueva Edén, un planeta minero que de edén no tiene nada. Estoy seguro que el nombre se lo pusieron para cazar bobos. El plan era reabastecer a la nave y seguir los tres hasta Kabul 107.
Imaginen el enternecedor reencuentro entre Malandraca y yo. Pues imaginaron mal, Malandraca no me esperó. Partió apenas unas horas antes de mi arribo, dejándome una grabación “...te amo, blabla, mi equipo parte en este momento, blablabla, pero nos encontraremos y nos amaremos, blabla blabla...” Maldita perra.
Estaba mascullando mi bronca (y masticando un tallo de Datura extramonium o pepino zombi), cuando el controlador de vuelo del espaciopuerto local dio la alarma: una señal jemmadar fue localizada entrando en el sistema.
El bueno de Lou Bixby Ferrigno, con su nave ya repostada, encendió los motores y se largó sin esperarme. Ninguna nave disponible, imposible evacuar la colonia.
Tres miembros del consejo de autogestión minero se me apersonaron y visto y considerando que era yo el único uniformado en el lugar, me nombraron a cargo de la defensa.
Inútiles fueron mis argumentos de que solo era un científico ¿Qué creían que podría yo hacer contra los temibles jemmadar? Lo que ignoraba es que Malandraca había estado hablando de mis dotes militares, inflándolas un poco; un poco bastante.
La culpa la tuvo Malandraca - Relato trek - Parte 3
(quedamos con nuestro héroe, "con la mina pirada" y a punto de enfrentar a los jemmadar)
En solo minutos me vi dejado por mi amante, abandonado por mi transporte y elevado a comandante militar de Nueva Edén.
Comencé por hacer un recuento de los posibles combatientes y armamento. Improvisé algunas medidas, que consistían más en distracciones que otra cosa. Los mineros seguían mis instrucciones ciegamente. La solitaria nave jemmadar se acercaba.
Ordené a todos los no combatientes meterse a las galerías de una mina abandonada, ya con los enemigos descendiendo. Mi idea era dejar a los jemmadar el campo libre para que destruyeran cuanto quisieran y salir a la superficie una vez que hubiesen abandonado el planeta.
Luego todo pasó muy rápido. Una madre que grita que su hijo se quedó detrás, yo que salgo en su búsqueda sin saber como ni porqué, los jemmadar que descienden, yo que corro con el niño tomado de una mano, me tropiezo, caigo y activo el detonador que habíamos puesto en unos tanques de refrigerante, los jemmadar que caen muertos o heridos.
Pura suerte. Héroe total. Los mineros me levantan en andas, seguros de que Malandraca no les había mentido y atan a los fieros invasores que sobrevivieron.
Cuando llegaron los transportes de la Flota para evacuar Nueva Edén, fui felicitado efusivamente por todos, mientras las cámaras de un improvisado periodista me catapultaban a la “primera plana” (perdón por este anacronismo).
En ese momento de la guerra, una batalla ganada por insignificante que fuese, representaba una esperanza necesaria.
Dos días después llegamos a Kabul 107. Traté de eludir los homenajes oficiales pero me fue inútil. Discursos de un pomposo oficial andoriano, relatando mi “titánico combate con un enemigo superior”, entrevistas, apretones de mano y holoretratos con el niño y su agradecida madre. Valió la pena, el cargo pendiente fue olvidado.
La culpa la tuvo Malandraca - Relato trek - Parte 4
Fue en ese preciso momento que desperté.
Todo había sido un sueño, seguramente provocado por la tensión y la ingesta de Datura extramonium.
Finalmente llegué a Kabul 107, me despedí del bueno de Lou Bixby Ferrigno y me dirigí al Instituto de Biotecnología, donde (suponía) me esperaba la ardiente Malandraca.
Una grabación, ahora no soñaba: “...debimos irnos porque es imperativo que...bla...me enteré de... blabla...te espero en Sursum Corda Prime...te amo, tuya Malandraca.” Maldito súcubo betazoide.
Tuve que gestionar un permiso especial de la Flota.
Esa misma tarde me embarqué en un carguero tripulado por el único booleano introvertido y apático de la galaxia. No solo introvertido, un ermitaño. Su nombre era Grrr algo.
Abordo existía un solo camarote que fue ocupado por una singular pareja de comerciantes, un altivo ferengi y un callado klingon, que apenas me saludaron con una inclinación de cabeza. Así que me acomodé lo mejor que pude junto a la carga. Partimos al anochecer.
Esa noche estaba leyendo “Le Phare du bout du monde”, cuando escuché algo que me pareció música mezclada con risas provenientes del camarote de los comerciantes. Me acerqué subrepticiamente y por una rendija pude divisar una escena dantesca, algo que sacudió mis cimientos morales.
El ferengi estaba sentado en la cama en posición de loto, aplaudiendo, mientras el klingon, vestido de mujer, ensayaba unos pases de baile al compás de una melodía, similar a la que se puede escuchar en los antros de Orión. Lo peor de todo vino cuando el klingon comenzó algo que no dudo en calificar de strip-tease.
La culpa la tuvo Malandraca - Relato trek - Parte 5
Deje a los tórtolos disfrutar de su intimidad y me encaminé a la cabina del piloto booleano para ponerlo al tanto de la parejita. Ya sé que este no es el comportamiento que se espera de un oficial y un caballero, pero el viaje era bastante tedioso.
El malhumorado “azul” escuchó mi relato de mala gana, mientras bebía cerveza romulana. Conseguí que me convidara una trago y en eso estaba cuando divisamos Sursum Corda Prime, nuestro planeta destino. Ya podía palpitar el recibimiento de Malandraca, sus profundos ojos negros, su pelo, sus piernas, sus.... Y entonces vino la explosión.
¿Serían los jemmadar o los cardassianos? ¿O piratas nausicanos? Un caza solitario buscando presas. El booleano se sacudió la niebla mental producida por cerveza romulana y comenzó con maniobras evasivas, al tiempo que se acercaba en espiral al planeta. En eso apareció el ferengi con cara de desencajado, seguido de un sollozante klingon.
Penetramos las capas superiores de la atmósfera, perseguidos por los enemigos. Sursum Corda Prime, para quién no lo sabe, es un planeta clase M, profundamente selvático. Una alfombra verde se extendía bajo nuestra nave. El booleano nos ordenó meternos en el camarote. La nave recibió otro impacto. Los tres discutimos un poco y concluimos que lo mejor era abandonar la nave. Tratamos de salir del camarote pero la puerta estaba trabada, producto del algún impacto. El klingon (aún con algunas ropas femeninas) logró abrirla y salimos para encontrarnos con que el piloto había huido en la única cápsula de escape.
La culpa la tuvo Malandraca - Relato trek - Parte 6
¿Y ahora qué? Me senté a los mandos, tratando de maniobrar la malherida nave, entre las imprecaciones del ferengi y el llanto del klingon afeminado.
No se de donde salieron dos patrulleros que entablaron combate con quienes nos disparaban. Las tres naves se trenzaron en lucha y se alejaron en la alta atmósfera, rumbo al espacio. Traté de pedir ayuda pero el transmisor estaba muerto, así como el transportador.
No soy piloto, pero me las arreglo cuando es necesario. En este caso, no había nada que hacer.
Les grité a mis compañeros que se aferraran a algo. Luego de planear sobre la vegetación, nos estrellamos en el medio de la jungla, con un estrépito de madera quebrada y metal doblado.
Traté de recordar las lecciones de supervivencia de la Academia de la Flota.
"Obviamente, un aterrizaje forzoso representa una experiencia particularmente traumática. Sin embargo, frente a ello, es menester obrar con absoluta calma y serenidad." K’rrupusamy, el klingon llorisqueaba mientras trataba de incorporarse para ayudar al ferengi. Este, de nombre Sor Chai, había sido atrapado por parte de la carga en el aterrizaje y pataleaba sin de dejar de insultar a quienes nos atacaron, al booleano, a la nave, a mí y al klingon. Por mi parte, la saqué barata, apenas unos magullones.
"Una vez en tierra, es necesario retirarse rápidamente a prudencial distancia del aparato, hasta asegurarse de que no existe peligro de explosión." Ayudé al klingon a liberar a Sor Chai y nos alejamos unos metros, hasta un pequeño claro.
Viendo que las heridas de mis compañeros no revestían gravedad, volví al pequeño carguero y, extinguidor en mano, apagué los focos de incendio. Tomé un trago de cerveza romulana y obligué a los otros a hacer lo mismo. K’rrupusamy se calmó bastante y se dedicó con espíritu maternal a limpiar las cortadas del ferengi. ¿Y ahora qué?
La culpa la tuvo Malandraca - Relato trek - Parte 7
Sursum Corda Prime es, como dije antes, clase M; M de mierdoso. Un único continente de millones de kilómetros cuadrados de pura selva tropical virgen, atravesados por caudalosos ríos y pantanos, infectados de alimañas carniceras. Hacia el sur, existe una meseta, donde se han asentado los humanos. La latitud y la altitud han dotado de un clima benigno a la meseta.
Por el contrario, el calor, las copiosas lluvias y la permanente humedad configuran el ambiente esencial de la exuberante selva, muy densa, de unos 20 metros de altura, como promedio, aunque la copa de algunos árboles sobrepasa los 40 metros.
“Casi siempre es mejor permanecer en el sitio del accidente que salir en busca de ayuda.” Pronto cayó la noche y la jungla se llenó de ruidos, producidos por miles de bestias que mataban y morían. Como el inmenso follaje ocultaba a nuestra máquina de la visual de los posibles rescatistas, y, además extrañaba a Malandraca, decidí ponernos en marcha hacia el sur.
Recogimos todo aquello que nos pudiera ser útil, tal como raciones, espejo para señales, repelente, sogas, armas, etc. Respecto a las armas, debo aclarar que solo teníamos mi phaser. Así que improvisé tres lanzas con sendos tubos y fabriqué un cuchillo con parte del fuselaje. Fue inútil tratar de convencer al ferengi de que dejara un par de barras de lathinium, que insistió en llevar. Repartimos los efectos entre los tres y luego de dejar una nota en la cabina de la nave, partimos temprano.
La luz solar que se introduce en el interior de la selva, por ser esta tan densa, puede alcanzar un 40% de la exterior. Por ello el suelo es oscuro, húmedo y sombrío. Avanzábamos, sin ver más allá de 5 metros. En uno de los tantos cursos de agua que tuvimos que cruzar, el fondo estaba recubierto por un colchón de pequeñas raíces y plantas acuáticas que ocultaban una profundidad de más de cuatro metros. Sor Chai, desprevenido, pisó este falso fondo y sobrecargado por las barras, se hundió rapidamente. Me arrojé a las aguas y pude rescatarlo, pero se perdió la carga que llevaba, además del maldito lathinium que había insistido en cargar. Así que las raciones se redujeron. Perdimos cinco minutos sacándole las sanguijuelas que rápidamente se le habían adherido al cuerpo. ¡Pobre Sor Chai, tragó bastante agua!
Gracias al phaser pudimos prender un fuego, ya que la madera y hojarasca están siempre húmedas. El humo del fogón nos ayudó a ahuyentar a las nubes de insectos, parecidos a los mosquitos terrestres que nos acosaban. Esa noche, improvisamos una cama elevada o nido, en un árbol, ya que reptiles y hordas de hormigas recorren el piso de la selva.
Había salido el sol y estábamos aún dormidos, cuando un mamífero, parecido a un gran gato, se nos acercó con malas intenciones. Fue el chillido de un ave lo que alertó a K’rrupusamy y los chillidos de este nos alertaron a los demás. Este “gato”, tenía las patas traseras como las de cualquier felino pero las delanteras tenían dedos prensiles, una buena adaptación si uno se dedica a andar trepando árboles. Un disparo a baja potencia del phaser y el gato cayó atontado al suelo. Antes de poder incorporarse, un animal negro y peludo y con dos cuernos se le abalanzó, y de un mordiscón, le arrancó un buen pedazo. Apenas había comenzado este a disfrutar del bocado, cuando una serpiente, ancha como un tubo de Jeffries, se lo comió de un solo bocado. Luego de engullirlo, se alejó reptando entre el follaje. Nos quedamos los 3 boquiabiertos.
La culpa la tuvo Malandraca - Relato trek - Parte 9
¿Les hablé ya de la lluvia y la humedad? El ciclo en esta jungla endemoniada es así: llueve torrencialmente durante una hora, para, sale el sol, la humedad en forma de vapor se eleva, así que durante dos horas todo se vuelve brumoso, pegajoso, y luego vuelve a llover. Un verdadero asco.
Continuamos nuestra marcha y llegamos a la orilla de un río bastante torrentoso.
No encontramos un paso apto para vadearlo. A nuestro ferengi se le ocurrió la idea de armar una balsa. Con troncos y lianas se dio maña y en una hora pudimos ponerla en el agua. Estábamos cruzando cuando a nuestro lado apareció el lomo de un animal similar a una mantarraya, pero grande como un elefante. Un poco más cerca y nos tumba...
Si bien teníamos raciones alimenticias, Sor Chai no dejaba pasar la oportunidad de saborear los regordetes gusanos nativos, a los cuales buscaba debajo de los troncos putrefactos que abundan aquí. Por su lado, el klingon sintió el “llamado de la sangre ancestral” y logró lancear un animal, un marsupial de varios pares de patas. Lo asamos y debo reconocer que su carne era estupenda. Lo acompañamos con unas semillas grandes cocidas entre las brasas. Bebimos un trago cada uno de una mezcla de sintetol y jugos de fruta. Esto nos reconfortó y nos sentimos animados para continuar. Sin embargo, nuestro compañero ferengi, se quejaba de la picazón que le producían unas pequeñas ronchas rosadas, y no dejaba de rascarse su desnuda cabeza, a pesar de mis advertencias.
Al crepúsculo, nos encaramamos a unos promontorios rocosos a un par de metros del suelo. El ave que allí anidaba nos recibió a picotazos, pero finalmente se alejó, y encontramos los huevos que estaba empollando, de los cuales dimos cuenta antes de dormirnos.
La culpa la tuvo Malandraca - Relato trek - FINAL
Al despertar, noté que Sor Chai estaba muy brotado y tenía fiebre. La natural tendencia a rascarse de la víctima de picaduras de insectos posibilita contraer una infección. No se nada de fisiología ferengi, así que K’rrupusamy se encargó de aplicarle unos paños húmedos y le cedimos nuestras raciones de agua potable. Nosotros nos conformamos con beber un poco que logramos recoger y purificar.
Las rocas a las cuales subimos para dormir tranquilos (recuerden que el piso de la jungla es recorrido por ofidios e insectos de toda laya) marcan el comienzo de una elevación del terreno, que termina en la meseta del extremo sur. Turnándonos para ayudar a Sor Chai a caminar, fuimos avanzando lentamente cuesta arriba. Poco a poco se fue modificando la vegetación y la jungla dejó paso al bosque tropical, menos tupido.
Cerca del mediodía, nos encontramos con unas ruinosas construcciones, habitadas por la secta Fatisbiuty. Los Fatisbiuty son miembros de una secta neo-hedonista que pregona a la obesidad como camino a la perfección individual.
Imaginen nuestra alegría. Los Fatisbiuty nos recibieron muy bien, le aplicaron un ungüento de un hedor increíble a nuestro compañero ferengi y se comunicaron con las autoridades de Sursum Corda Prime.
Solo una hora después, un transporte llegaba a recogernos. Dormí todo el viaje hasta el espaciopuerto y al descender me encontré con mi amada Malandraca. Así terminó un viaje inolvidable.
2 comentarios:
jajaaj Eres un naufrago espacial..Me encantó
que las palmeras iridiscentes de Raisa son proclives al reggae, que las rosas bonnytenses florecen con mayor ímpetu bajo el influjo del new-chamamé-metal, los cactus egocéntricos apelmazados se dan mejor con la ópera klingon.Luego vino mi “pase a disponibilidad”, por el cargo injustificado de “experimentación con sustancias alucinógenas prohibidas”, incompatible con mis tareas oficiales.
Fue ella quién me impulsó a experimentar con un híbrido de belladona y peyote marciano.jajaj todo fue culpa de calandraca, como siempre , nosotros nunca jajaja
Un abrazo
vine, lei y me voy... aaah y no opine, solo salude.
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