viernes, 26 de junio de 2009

Un paseo demasiado largo I

Hola, volví a escribir un cuento, espero que les guste, gracias.

Le dio una larga pitada al último Benson & Hedges, tomó lo que quedaba del cigarrillo entre el pulgar y el índice y lo arrojó por encima de la borda. La colilla describió una parábola y con un fizzzz se apagó al tomar contacto con el agua. Sofía la miró durante un momento, meciéndose en el mar al vaivén de las olas, alejándose del velero que se había constituido en su único hogar.

“Ahora si dejé de fumar” pensó Sofía y rió amargamente. Volvió su atención a las improvisadas líneas de pesca. Hasta ahora, la suerte le había resultado esquiva, pero era prioritario pescar algo, ya que la comida enlatada y los snacks no durarían para siempre. Temía bajar a tierra y encontrarse con los “otros”, por lo tanto debía pescar.

¿Cuánto tiempo había pasado desde que partió de la Marina Port Vell, uno de los puertos de Barcelona? “A ver, hoy es Martes”, tan solo cinco días la separaban de su vida anterior. Bien podían haber transcurrido cincuenta mil años.

Todo comenzó como una excursión, un paseo en el velero de Joaquín. Él y Sofía son (eran) compañeros y adversarios en una compañía catalana de exportación e importación, desde hacía solo unas pocas semanas. Ella era encargada de Compras y Joaquín el jefe de Ventas. Ya en la primera reunión de trabajo chocaron; Sofía reclamando que Ventas no se comprometiera con los clientes sin avisar a Compras, Joaquín, presionado por la Gerencia General, pidiendo celeridad a Compras. Ella es una belleza del tipo escandinavo, Joaquín un morocho, andaluz de cabo a rabo.

-Luis, este tipo es un gilipollas. -estalló un día Sofía frente al señor Rodríguez, su inmediato superior. Luis Rodríguez había llegado desde Argentina en los “años de plomo” de la dictadura militar. Se puso a trabajar duro, como queriendo llenar el tiempo lejos de su hogar. Hoy, con solo 50 años, y siendo uno de los capos máximos, estaba a punto de retirarse, aquejado de un puto cáncer, y había nombrado a Sofía su sucesora, su “Delfina” como le solía decir.

-Vení piba, oime bien, prestame mucha atención. –a pesar de los años lejos de su Buenos Aires querido, siempre afloraba algún término porteño, sobre todo cuando se enojaba o como en este caso, cuando quería transmitir algún mensaje importante, como un sabio maestro dirigiéndose a un discípulo. Abriendo la ventana del lujoso piso barcelonés, prendió un cigarrillo, a pesar de las prohibiciones de fumar en el ámbito laboral. Sofía reprimió el impulso de retarlo, pero un poco de tabaco no haría diferencia en la menguada salud del hombre, a quién quería como un padre.
-Con todo el respeto que me merecés, no tomes a mal lo que te voy a decir. Me parece que ustedes dos están recalientes y hasta que no se encamen la cosa seguirá jodida. La tensión sexual se corta con un cuchillo.
Dicho esto, el veterano se dio media vuelta y se puso a mirar el tránsito, 20 pisos más abajo.
La primera reacción de Sofía fue gritar y arrojarle un pisapapeles a su jefe. Pero contó hasta 10 (en realidad hasta 20) y meditó sobre el asunto. Así surgió la idea de una salida con Joaquín, un after-office para limar asperezas. Fue él quién, a pesar de la sorpresa inicial, sugirió salir a navegar por el Mediterráneo.

continuará...

8 comentarios:

Nacho dijo...

Hum... impecable.
Agradecémoste por el relatito. Bonjour, mademoiselle.

maniática dijo...

Mostro,
este comentario continuará...

El Mostro dijo...

Nacho ¿mademoiselle? ¡SOY UN MOSTRO!
jajajaja

Saludos.

El Mostro dijo...

Gracias Maníaca, la semana que entra continúa.

la curiosidad mato a las lichas dijo...

odio la palabra continuará

El Mostro dijo...

la curiosidad mato a las lichas, yo odio la palabra otorrinolaringolo. :)


Saludos.

Mariana dijo...

Lo repito, me encanta como escribis, esperare con ansias la continuacion...

El Mostro dijo...

¡Muchas gracias Mariana! Hoy o mañana sale.

Besos.